domingo, 14 de junio de 2015

'El extranjero' de Camus


Por Tesa Vigal

Este pequeño gran librito, de infinitos hilos y tema escurridizo, es tan humano que resulta enigmático. En la tertulia cada uno se quedó con una faceta y hasta ahí lo usual. Lo interesante fue que cada faceta se desdoblaba en otras y esas otras giraban o desembocaban en nuevas fronteras. No siempre es así. Creo que se debió al propio libro, tan sencillo en apariencia, que se iba revelando como inabarcable. Impresionante la sobriedad que transmite, inquietante todo lo demás. Empezando por su protagonista, una persona extranjera de sí misma, porque no es consciente ni de sí mismo ni de los demás. Como le dice al juez que le interroga, no acostumbra a preguntarse, a pensar sobre sí mismo. 


Aquí me surgió una pregunta, ante los comentarios de algunos asistentes que elogiaban su honestidad. Porque en efecto él no miente, se limita a constatar lo que ha hecho (matar a un árabe sin motivo alguno, sólo porque el sol le molestaba), también lo que no siente. Pero ¿se puede ser honesto sin ser consciente de uno mismo? El protagonista se limita a dejarse llevar, sin elegir, sin juzgar, sin mirar, sin ver. Tan sólo se muestra especialmente sensible a lo sensorial, al clima, al calor, al sol, al tacto del agua. Quizás como un contrapeso al lado afectivo cercenado. Y no porque no haya sentido la muerte de su madre, con la que comienza el libro. Tan natural y posible es querer o no querer a tu madre, aunque de hecho esta faceta suya le hace ser juzgado y rechazado por los demás. Tiene el lado afectivo cercenado porque no siente afecto por su amante, ni tampoco siente compasión por la mujer maltratada de un vecino, a quien acepta ayudar cuando se lo pide. Tampoco siente nada por el vecino ambivalente, de relación tortuosa con su perro, y aunque no la quiere acepta casarse con su amante cuando ésta se lo pide. Todo con una devoradora indiferencia. (En la imágen la película de Visconti interpretada por Marcello Mastroianni). 


Una vida pasiva, sin afirmaciones ni negaciones. Al contrario que el inquietante pero conmovedor personaje de 'Bartleby el escribiente, de Melville (he escrito reseña sobre ese fascinante librito, también pequeño en tamaño, en este blog o en el blog complementario cuadernos dionisíacos de luna pálida; no recuerdo). Bartleby adopta, elige una postura, su frase "preferiría no hacerlo" es una decisión personal, por muy incomprensible que parezca. Alguien mencionó una semejanza entre ambos personajes y a mí me resultan opuestos. El extranjero, sólo se deja llevar a lo largo de una vida muerta. Su incapacidad de hacer otra cosa también le impide defenderse y eso le condenará en el juicio. 

Por otro lado es una persona aparentemente adaptada, anodina, que acepta sin cuestionarse nada la autoridad de su jefe y el resto de su vida cotidiana. No tiene valores propios, ni siquiera ha pensado en ellos, por eso acepta los que vienen dados. Y tuve la impresión de que los personajes del juez y el cura, con los que se encuentra en su estancia en la cárcel, son igual que él en ese punto, personas que no tienen valores propios y han aceptado los imperantes socialmente, como si fueran un espejo distorsionado y llevado al extremo de la ausencia de consciencia personal. Aunque en el caso de juez y cura la distorsión radical consiste en que ellos además quieren imponerlos a los demás, como dogmas de verdad absoluta, mientras que el extranjero, el recluso, nunca ha hecho eso porque tampoco ha sido consciente de tener esos valores. Es el único momento en que comienza a reaccionar, ante la forzada presencia del cura contra su voluntad.  

Albert Camus

Puede que este sea un relato sobre lo destructivo de tener un lado cercenado, sobre todo de manera inconsciente como en este caso. Y el relato acaba con otra muerte, ese lado de la vida con el que más nos enfrentamos al misterio, aunque toda la vida es en sí misteriosa. Ese bucear en el ser humano de Camus es lo que más me impresiona de él. Su enorme humanidad que le llevaba a cuestionarse todo, abandonar partidos políticos, plantearse todo, explorar todo lo posible. Por tanto más allá de ideologías políticas (cosa que le reprochaba Sartre, un seguidor de banderitas, que no entendía su humanismo). Un rebelde, un libre pensador, un soñador. En fin, el tipo de persona incómoda, que no encaja en ninguna parte y es mirado de reojo por todos. En ese sentido, Camus era un extraño, maravilloso extraño.       

  

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