miércoles, 8 de julio de 2015

'El crepúsculo celta', Yeats


Por Tesa Vigal

Este original libro, traducido para la editorial Alfaguara por Javier Marías) trata sobre las historias, creencias y anécdotas narradas por sus paisanos irlandeses al premio Nobel Yeats, sobre el pueblo gentil (esa es una de las formas de llamar a los duendes, hadas y espíritus elementales, o de la naturaleza), y que Yeats recogió con delicadeza, intensidad y temeridad. 
Los seres de esa zona duende, paralela, son comunes a todos los pueblos. Para conocer a los que pueblan España recomendamos la trilogía “Seres mágicos de España” (Duendes/Hadas/Gnomos) de Jesús Callejo y Carlos Canales.
Yeats

Podría decirse que su sentido es la búsqueda de una vida más plena, pues en el país borroso los sentimientos son puros y sin dudas, son inagotables y plenos de belleza (y empleo este término en el sentido de verdad profunda que conmueve). Respecto a esto dice Yeats: “En el reino borroso hay más amor, más danza y más tesoros que en la tierra”.

En cuanto a sus relatadores, Yeats menciona una característica muy clarificadora sobre ellos que, para mí, es coincidente con la forma de mirar y ver el mundo de los poetas y artistas en general: melancolía visionaria instintiva. Melancolía por el anhelo ambiguo de lo desconocido y lo pleno. Visionaria por el carácter oracular y su función de instrumentos transmisores de los poetas. Instintiva porque ambas cosas nacen del alma (o corazón, o vísceras) del poeta, como una necesidad insoslayable e inevitable de mirar, ver y transmitir.

Algunos de sus relatadores irlandeses se muestran escépticos –y por tanto sabios- respecto al infierno, pero sin embargo no dudan de la existencia del pueblo gentil porque “se dude de lo que se dude, de lo que nunca se duda es de los duendes, pues son lógicos”. Y algunos de estos contadores de anécdotas son tan peculiares como los seres de los que hablan. Por ejemplo un joven que escribe poemas y pinta que junto a sus poemas le mandó una nota a Yeats que decía: “aquí tienes copia de los versos que dijiste que te gustaban. No creo que pueda volver a escribir ni pintar nunca más. Me preparo para un ciclo de actividades distintas en alguna otra vida. Haré inflexibles mis raíces y ramas. No me toca ahora romper en hojas y flores”. O un viejo que en su juventud había tenido un encuentro con una que se decía reina entre Ellos, que le preguntó qué prefería si dinero o placer. Él eligió placer y ella le concedió su amor una temporada y luego le dejó. Y el viejo se quedó para siempre apesadumbrado.


Muchos le cuentan a Yeats sus visiones y encuentros con el reino borroso como testigos directos, y son tan asumidas esas visiones que una vez que un viejo testigo vio, junto a 30 hombres y mujeres que estaban trabajando en el campo, a un grupo numeroso de duendes, el hombre para el que trabajaban, a pesar de verles también, les obligó a dejar de mirar y volver al trabajo, porque para eso les pagaba, y tuvieron que dejar de mirarles.

En las narraciones sobre duendes se suele hacer hincapié sobre el aspecto paralelo y complementario de ambas zonas (la duendil y la humana). Unas veces afirmando que, para que los duendes puedan jugar a cierto juego deportivo, necesitan de la presencia de dos humanos. O comentando que una vez que se vio sobre una tapia lo que el humano testigo creyó un conejo, al acercarse más creyó que era un gato blanco y cuando se acercó más el ser empezó a hincharse mientras el hombre sentía disminuir su fuerza. Y la comunicación entre las cosechas, árboles y plantas de ambas zonas del tipo de vasos comunicantes.

La gente preferida por los duendes para llevársela a su zona son niños, poetas, músicos y los humanos muy admirados y queridos. Gente que despierta y siente fuertes sentimientos, pues estos atraen especialmente a los duendes. Aquellos a quienes raptan vivirán siempre felices entre Ellos, pero su alma acabará disolviéndose porque el alma no puede existir sin la pena. Algunos raptados regresan para visitar a alguien o para avisar de algo, pero generalmente suelen haber pasado cientos de años aunque para ellos sólo hayan pasado unos meses o unas horas. También puede suceder como a una mujer raptada que regresó a los 7 años, pero sin dedos de los pies pues los había perdido de tanto bailar.


En el pueblo gentil existen Sendas. Caminos nómadas, desde uno de sus lugares hasta otro. Unas veces los duendes avisan de las consecuencias nefastas de construir una casa sobre una Senda. Otras veces, aparecen sus efectos sin avisar. Y alguno de sus informantes son testigos de sus manifestaciones artísticas, como uno que confiesa haberles visto cantar y bailar una canción llamada “la catarata lejana”.

En cuanto a su actitud, suelen portarse bien si los humanos se portan bien con ellos. Pero no les gusta nada que alguien se interponga en su camino, o infrinja algunas de sus reglas o costumbres. Sus reacciones son entonces radicalmente nefastas, abarcando una amplia gama de efectos entre los que se cuentan la locura, o la muerte.

Respecto a su número no parece haber problema de desaparición, porque según los narradores el aire está lleno de Ellos y son tan numerosos como las arenas del mar. Sobre el aspecto de los seres elementales le informan extensamente. Algunos tienen patas de fauno –como “hijos” del dios pagano Pan- y por ello la iglesia les consideró demoníacos al demonizar a todos los espíritus y dioses anteriores al cristianismo. Su belleza y su fealdad, como todo en Ellos, es extrema y portentosa. Pueden ser del tamaño de un ser humano, más grandes, o mucho más pequeños, y según algunos el tamaño con que se les ve es por algo propio en los ojos de cada testigo. A algunas de sus mujeres las describen como de aspecto magnífico y majestuoso y de belleza “heroica”, y sin nadie entre los humanos que se le parezca.
Dibujo de David Lackin

Además de su belleza y fealdad radicales, su aspecto varía tanto como la enorme diversidad que existe entre “la gente desmemoriada” (otro término para referirse a los duendes). Puede ser una mujer vestida de blanco dando vueltas a un arbusto, que se convierte en un hombre y luego otra vez en mujer para luego desaparecer. O plumas azules en lugar de cabellos. Gente vestida a corchetes de colores o con antiguas túnicas griegas. O rostros apacibles y auténticos como los de un animal. O hombres con armadura, focas silbadoras, podencos con lengua de fuego... Un informante le contó que una vez se encontró con un hombre que le llegaba a las rodillas y tenía la cabeza como el cuerpo de un hombre, y le tuvo extraviado dando vueltas hasta que se cansó y le dejó de nuevo en el camino y desapareció. Un pastorcillo vio a la Dama Blanca, que pasó tan cerca de él que le rozó la falda de su vestido. Y el pastor se desplomó y estuvo como muerto 3 días. Otra persona le cuenta que estuvo refugiada en una noche de tormenta, en una cabaña con desconocidos, y al levantarse al día siguiente se encontró en medio del campo y todo había desaparecido.

Y otros le hablan sobre las cortes del país borroso, donde en todas hay una reina y un bufón (el más sabio de todos) y nadie se recupera del roce de alguno de ellos, aunque es posible recuperarse del roce de cualquier otro de sus habitantes. También le cuentan sobre familias humanas emparentadas con duendes por relaciones amorosas y descendencia híbrida.
Dibujo de David Lackin

Dos historias especialmente curiosas. Una es la de un hombre incrédulo que pasó una noche en una casa con fama de encantada. Se quitó las botas y estiró los pies hacia el fuego para secarse y calentarse, y vio a sus botas que empezaban a andar como si alguien invisible se las hubiera calzado. Salieron de la habitación, subieron la escalera y la bajaron, volvieron a entrar en la habitación y empezaron a patear al hombre al que acabaron echándole de la casa.

La otra historia es la de una mujer que cayó bajo el hechizo de Ellos. Siendo niña, entró a ver a su madre una mujer duende que le anunció que su hija había sido elegida para casarse con un príncipe del pueblo gentil. Y como estaría mal que su mujer humana envejeciera mientras su marido seguía siendo joven se le concedería una existencia duendil. Para ello su madre tenía que enterrar un tronco al rojo de la chimenea y, mientras el tronco no se apagara, su hija seguiría viva. Ya joven la niña se casó en efecto con el duende, que la visitaba todas las noches, y cuando éste murió a los 700 años, otro príncipe del país borroso se casó con ella y luego otro y otro. Así hasta que tuvo 7 maridos. Pero el cura de aquel momento fue a visitarla para decirla que era un escándalo su longeva juventud y sus 7 maridos. Y ella, quizá cansada de una existencia tan larga, le habló del tronco enterrado, el cura lo desenterró y ella murió.


Existen puntos especiales, auténticas Puertas a la zona duende. Por ejemplo un pequeño cuadrado blanco en una piedra caliza, que la gente evita rozar siquiera y junto a la que jamás pace ningún animal. Por las noches la roca gira y se abre y salen las huestes del país borroso a recorrer la tierra. Otra puerta está en un lago al que una vez quisieron desecar. Los que lo intentaban vieron de repente sus casas ardiendo y volvieron corriendo al pueblo para descubrir que no pasaba nada. Había sido un encantamiento de los duendes por su atrevimiento. Desde entonces se ve junto al lago una zanja a medio cavar. O como cierto paraje costero irlandés donde se cuenta que si alguien se queda dormido, se despertará tonto porque los duendes se habrán podido llevar su alma.

Al testimonio directo del propio Yeats se deben imágenes de pequeñas luces temblorosas y ruido como de un montón de guisantes contra un espejo. Y al testimonio de una amiga, letras doradas que desaparecían antes de ser leídas. Y todo ello después de pasar por un lugar con fama duendil.
El Ben Bulben monte mágico de Sligo, la región
irlandesa de Yeats

Otro pasaje, especialmente fascinante y enigmático del que fue testigo el propio Yeats junto a dos amigos. Fue junto a una cueva cercana al mar de la que salieron voces, música y una gran luz repentina. Yeats habla de tener como una “impresión” de cabellos oscuros y adornos dorados y su amiga y él reconocen, de alguna forma, a la reina de ese grupo que les contestó a varias preguntas. Entre otras cosas respondió afirmativamente cuando le preguntan si a veces se llevan a algunos humanos. También les comentó que “su gente” es parecida a la humana y hacen muchas cosas comunes a ambos. Cuando Yeats le pregunta sobre su naturaleza y el sentido del universo, la Reina le escribió en la arena: “Ten cuidado y no quieras saber demasiado de nosotros”.

Sobre la existencia duendil dice Yeats: “Cuando logro salir del todo de esa maraña de razonamientos me digo que sin duda ellos están ahí, los seres divinos, porque solamente los hemos negado quienes no poseemos sencillez ni sabiduría”.

Y sobre los relatos y los cuentos populares-míticos dice: “Son la más antigua de las aristocracias del pensamiento, y por rechazar lo pasajero y trivial, lo meramente ingenioso y bonito, con tanta seguridad como lo vulgar e insincero, y por haber reunido en su seno los pensamientos más sencillos y más inolvidables de las generaciones, es el suelo en el que todo gran arte está enraizado”.