lunes, 11 de mayo de 2020

Mircea Cartarescu, la potencia visionaria

Por Tesa Vigal

Lo sentido es lo real, da igual su fuente.
He descubierto a este escritor rumano hace unos meses, leyendo su libro de relatos Nostalgia, y me dejó pasmada. Una frase suya, citada en el prólogo: "el sueño no es una huida de la realidad, es una parte de la realidad trenzada de forma inseparable de todo lo demás", refleja el latido de su manera de escribir, lo que me transmite con la intensidad desafiante de lo vivido.




Supongo que ese es uno de los motivos por los que me ha impactado. También lo que me asusta, fascina y avergüenza desde niña, cuando tuve que enfrentarme a la burla de los que rechazan lo imaginario y los profundos sentimientos que provoca, refugiándose en una superficial visión castradora, burlándose de cualquier experiencia honda porque da mucho miedo. Implica conocernos a nosotros mismos, toparnos con la libertad, la base que hace posible comprender a los demás y comprendernos. Eso sí, con el resultado añadido de percibir el mundo con su infinita maravilla y pavor. 


Por Cartarescu, en el dibujo, fluye el el absurdo angustioso de lo cotidiano en Kafka. El delirio emocional de Cumbres borrascosas de Emily Brönte, Esos días carne de laberinto de Borges. La atmósfera envolvente de Poe. Las potentes imágenes de Marcel Schwob o Lawrence Durrell. 

Imaginamos constantemente, a veces sin ser conscientes de ello. Nuestra percepción es inevitablemente personal, incluyendo a la memoria y soñamos cada día, nuestro más profundo cuaderno de bitácora. Allí donde se hacen carne la equivalencia entre una cafetera y un amigo, un bosque y nuestro miedo más escondido, una cara y un color, un sonido y una ausencia, una emoción devoradora de mariposas, un brazo reconstruido en forma de persona, luces que aman, pantallas que son pozos, huellas convertidas en cadáver. 
O tal vez nos encontremos un día ante"una cremallera de fuego" (frase de Cartarescu).