viernes, 22 de agosto de 2014

El poeta de Brooklyn: Paul Auster y su trilogía de Nueva York


Por Tesa Vigal

Y como escritor inolvidable es de los que expresan su espíritu, no sólo su mente. Y como poeta las huellas se le escurren, marcadas por el peso de sus atmósferas escalofriantemente vivas. Pletóricas de corazón a su pesar, entregadas imparablemente al otro lado del espejo, para volver a este lado más lúcidas y más legendarias. Esta trilogía de Nueva York, también hubiera podido llamarse "Leyendas de Nueva York". O, como diría Jim Morrison en una de las canciones de los Doors: "las calles son campos inmortales". (fotos de Auster y de Brooklyn. Falta una foto de Cervantes, o de Don Quijote. Leer la entrada para descubrir por qué lo digo)
Es un conjunto de cajas chinas, una dentro de otra, o de espejos frente a espejos. 

Como leí en alguna parte, tiene en efecto algo de Chandler, aunque aquí se ven sus huesos, sus nervios y sus sueños, mientras que en Chandler estaba más presente la ironía desencantada. En la trilogía todo se torna excesivo, se agudiza, se enrosca, explota, llueve.
Y también tiene algo de la Alicia de Lewis Carroll, con sus contradicciones y ambigüedades lúdico-curiosas.

Coincide con Chandler en la sobriedad, aunque no del mismo tipo. No su sobriedad escéptica, sino una misteriosa sobriedad constatadora, que desconcierta al dar testimonio del ritmo vital y la visión personal del detective, en lugar de ironizar sobre el mundo exterior. Y coincide con Alicia en la curiosidad extrema rayando el absurdo, por su radicalización y por su enfoque en la identidad de los personajes. 


Porque de eso trata esta trilogía, de la identidad personal y su derivado: la autoría de una obra. Por eso el propio autor sale desgajado, visto desde fuera como un personaje, y además secundario. Por eso hay confusión de identidades en el principio, siendo ese el origen de la trilogía. Una confusión de una persona por otra a través de una llamada equivocada de teléfono.

Consta de tres historias (Ciudad de cristal/ Fantasmas/ La habitación cerrada), entre las que se entrelazan visitas, trasiegos, o intercambios de personajes, que bien pudieran ser uno pero son otro, o que parecen otro pero son el mismo, o que siendo distintos sus nombres actúan de idéntica manera. Como dirían las filosofías orientales del Tao y el zen, lo esencial es la sensación y sobre todo la sensación de "yo soy". Ese que constata, que está detrás de nuestras palabras, emociones y actos como un testigo escurridizo, casi siempre silenciado y olvidado, u ocultado por los diferentes personajes que se suceden, y a veces se superponen, en nuestra vida cotidiana.


Y yo soy también ese que sueña...

El primer relato (Ciudad de cristal), comienza con una llamada de teléfono al escritor de novelas de misterio Quinn (firmadas con el seudónimo William Wilson, como el personaje de Poe) de alguien que pregunta por el detective Paul Auster (como el autor de la trilogía). Y acaba con Quinn contándolo todo en un cuaderno rojo tras abandonar identidad y horarios, convertido en un vagabundo sin sombra. alguien que se niega incluso a dormir, refugiado primero en un contenedor de basura y luego en una casa abandonada. Dejando atrás el pasado para siempre (¿existe otra forma de dejarlo atrás?).

El segundo relato (Fantasmas) comienza casi igual que el primero: alguien encarga un caso a un detective. Sólo que aquí ese alguien es anónimo y se lo encarga a un detective también anónimo. Y el caso consiste en seguir los pasos de un tercer hombre también anónimo, cuya única actividad parece ser escribir un manuscrito frente a una ventana. Ninguno tiene nombre, sólo "color". Uno es Azul, otro Negro y otro es Blanco. Y acaba con el descubrimiento, o la reveladora sospecha, de que el hombre espiado ha recibido, a su vez, el mismo encargo que él, espiar al detective que le espía. Y la constatación al leerlo de que ese manuscrito que escribía frente a la ventana el hombre espiado, se lo sabe de memoria el detective.

El tercer relato (La habitación cerrada) empieza con dos viejos amigos escritores, uno de los cuales ha desaparecido dejando atrás mujer e hijo. Un detective lo ha buscado inútilmente. Y el amigo protagonista recibe el encargo de ocuparse de la posible publicación de los manuscritos de su viejo amigo, y también de su mujer y de su hijo. De la vida que el desaparecido ha dejado atrás.

Y acaba con el reencuentro de los dos amigos, en una casa abandonada, donde el desaparecido le entrega al otro su último manuscrito en un cuaderno rojo. Como Quinn. y si no es el mismo, podría serlo.

¿Hay vidas repetidas?. Existen los gemelos físicos y también los gemelos vitales. Y en ese caso ¿cuál es el sentido de tal "clonación"?. ¿Una vuelta más de alguna espiral, que pasa por el mismo punto pero a diferente nivel, o en distintos escenarios?. Por ahí van los tiros. Por ahí se desliza todo como en un embudo gigante, que comunicara el infinito con cualquier parte y cada una de ellas.

Muy peculiar dentro de esta especial trilogía, el pasaje donde el falso detective Quinn habla con el llamado Paul Auster sobre la autoría de "Don Quijote". Y Auster le comenta su teoría personal, basada en los esfuerzos de Cervantes por convencer al lector de que él no es el autor, sino un árabe llamado Cide Hamete, y al mismo tiempo de que todo lo narrado es real. Eso supondría que la historia ha sido narrada por un testigo directo. Por lo tanto Cide Hamete habría tenido que ser un testigo y Auster supone que ese testigo además del lógico Sancho Panza, sería una combinación del cura y el barbero a quien Sancho dicta la historia y el bachiller Simón Carrasco encargado de traducirla al árabe. Todo lo habrían hecho para salvar a Don Quijote de su locura. Sólo que Don Quijote no estaría loco, sino que sólo lo fingiría y él mismo sería el organizador del asunto. Y bajo disfraz árabe tradujo de nuevo la historia al castellano contratado por el propio Cervantes en el mercado de Toledo. Su motivo sería experimental. Poner a prueba la credulidad de la gente, si gracias a una mentira se divierte. La respuesta sería afirmativa, puesto que el libro aún sigue leyéndose.
Y enlazada con esta motivación sobre la verdad y el sentido de una historia, aparece toda una declaración de principios vitales que hace Quinn, el escritor-falso detective del primer relato, al afirmar que si le gustan las novelas de misterio es porque: "la buena novela de misterio no tiene desperdicio, no hay ninguna frase, ninguna palabra que no sea significativa".

Es esa cualidad, justamente, la que se echa de menos en la vida cotidiana, en la vida llamada "real". Y se echa de menos porque careciendo de sentido la mayor parte del tiempo, a veces lo tiene, o mejor dicho lo descubrimos, o se revela por sí mismo. Y esa nostalgia del vuelo es lo que sostiene la mayoría de las vidas y la mayoría de los personajes que nos adjudicamos.

Corremos en busca del "autor" de nuestra vida, en una carrera interminable de enigmáticos obstáculos llamados circunstancias.


No hay comentarios:

Publicar un comentario