martes, 19 de mayo de 2015

Apuntes sobre Rimbaud y el arte, 'Una temporada en el infierno'

Por Tesa Vigal

A modo de invocación, y con el mejor de mis besos, tres citas sugerentes en el camino de Rimbaud, uno de mis poetas favoritos:
“Todo auténtico poema está escrito en quinta dimensión” (Robert Graves)
“El arte es el presentimiento del infinito” (Hoffman).
“Entre la gente que escribe, están los escritores y están los artistas” (Truman Capote)

Aunque estas citas suenen a chino a la gente que confunde arte con periodismo. O resulten excesivas, o demasiado románticas. Escandalicen a los que confunden arte con costumbrismo, aferrándose a lo aparente y a lo comodidad de lo ya sabido. Y hagan enarcar una ceja a los estilistas que confunden arte con forma y pura técnica.


Un libro puede estar correctamente escrito y no ser creativo. Y puede tener un estilo insólito, alambicado, o rebosar premeditación, y ser pura paja mental (para mí lo opuesto al arte). Me encanta una frase de Almodóvar: “el auténtico provocador lo es involuntariamente”. La clave está en si debajo de eso hay vida o es una construcción basada en el vacío.

También suele confundirse lo simple con lo sencillo, para defender un tipo de libros planos cuyo estilo se defiende por lo fácil y accesible de leer. Se olvida en este caso que un estilo puede ser sencillo (ahora mismo se me ocurre el caso de Carver) pero si es arte siempre será profundo, con atmósfera y relieve. Con alma.

Tampoco se trata de elitismo. Como decía Henry Miller en su fascinante y pequeño libro sobre la poesía, basándose en la figura de Rimbaud (“El tiempo de los asesinos”, al que dediqué otra entrada en este blog), la poesía, el arte, no tiene que ver con erudición sino con sensibilidad. Por eso me parece que tampoco hay que tener prejuicios contra autores muy vendidos, hay libros magníficos y memorables que sin embargo han tenido una enorme difusión y ventas (que yo recuerde, por ejemplo, Fitzgerald, García Márquez, Auster, Murakami, Antonio Machado, Allan Poe…).



Puede que en estos tiempos la sensibilidad esté embotada, como opina Henry Miller en ese librito, (yo confío en que no sea así) en un proceso que empezaría en el siglo XIX, el de Rimbaud. Él sufrió por ello y por ello dejó de escribir a los 20 años. Si la poesía no servía para cambiar la vida, para estremecer y arañar el alma y la piel no merecía la pena escribir. El alma, no sólo la mente, no sólo el corazón. El sustrato más profundo y esencial del ser humano, como quiera que se le llame.

Porque es desde ese sustrato desde donde surge el arte, desde donde se escribe. De ahí la importancia esencial del lenguaje empleado. No como una diarrea mental de florituras o retóricas sino como el uso exacto de símbolos, la base de las creaciones artísticas de todo ser humano por las noches: sus sueños. De ahí su rotunda intensidad. Eso es lo que crea la atmósfera al invocar mundos completos, vivos.

El hecho es que la poesía no volvió a ser igual después de Rimbaud. Hasta el punto de que acabó empapando el futuro. Como un hilo conductor, invisible al principio, que desembocó en todos los movimientos culturales y sociales del siglo XX que exploraban nuevas formas de vivir (surrealistas, dadaístas, jóvenes beatniks, rockeros, hipys…). El sueño de Rimbaud se cumplió y, lo que es mejor, todavía está en ello. Su influencia en músicos de especial calado sigue siendo evidente. Algunos tan importantes como Bob Dylan (en la foto) o Patty Smith. Esta última no sólo lo reconoce a la hora de componer, sino que ha recitado los poemas de Rimbaud de vez en cuando (hace poco en Madrid en La Casa Encendida). 


Y como en los sueños la meta y el camino del arte es la exploración de la esencia de la vida. Más allá del espacio y el tiempo, allí de donde surge lo lúdico y la entrega, el inconsciente, la imaginación, el misterio, el asombro, lo trascendente, la sed…  Esa sed de trascendencia que ni siquiera se conforma con algunas de sus manifestaciones. En palabras de Rimbaud: “Ni leyendas ni mitos apagan mi sed”.

Una temporada en el infierno

Por eso cuando esa exploración es auténtica, imperativa y necesaria, la obra de un artista está unida de manera íntima con su propia vida personal. Y el caso de Rimbaud (Charleville, Francia 1854-1891) es uno de esos ejemplos. Para conocer sus datos y hechos hay montones de libros. Resumiendo se podría decir que era un chico muy rebelde que empezó a escribir a los 16 años, vagabundeó por Europa, participó en la comuna de París, tuvo una famosa y loca relación amorosa con el poeta Verlaine, dejó de escribir a los 20 años, se fue a vivir a África donde se dedicó a todo tipo de actividades políticamente incorrectas y desesperadas, entre otras el tráfico de armas, y volvió a Europa muy enfermo para morir a los pocos meses, con 37 años.



Para conocer su periplo vital interior, vuelvo a recomendar el fascinante libro ya citado de Henry Miller: “El tiempo de los asesinos”. En él se habla de la visión de Rimbaud de la poesía, algo trascendente, oracular, visionario… En lo que coincide con otros poetas como Hördelin y Blake entre otros. Y cómo eso marcó toda su vida, o la sostuvo. De manera clara y directa hasta que dejó de escribir. De manera oculta y desesperada, indirecta y contradictoria cuando dejó de hacerlo. Si la poesía no existía realmente, es que todo era mentira y lo sublime era una maldición torturadora. Y si eso era así, nada importaba. Su renuncia a escribir y su huida suenan a devolver al mundo la bofetada de una desolada decepción. En ese sentido veo el principio de su libro de prosa poética Una temporada en el infierno: “En otros tiempos, si mal no recuerdo, mi vida era un festín en el que se abrían todos los corazones y en el que se derramaban todos los vinos.
Una noche senté a la belleza sobre mis rodillas –Y la encontré amarga- Y la injurié.
Me fugué. ¡Oh brujas, oh miseria, oh odio! Fue a vosotros que confié mi tesoro.”

Y Henry Miller también da su particular e interesante visión de los últimos momentos de su vida. El que busca lo trascendente no puede conformarse con el dios de cualquier religión. Es más, lo encontrará antiespiritual por su dogmatismo y moralinas, sus amenazas y crueldad. Una pequeña jaula de imposiciones donde encerrar a la conciencia de un ser humano, pisoteando su libertad. Y sin embargo lo que se cuenta es lo que contó su católica hermana, tras mandarle a un cura a su habitación poco antes de morir. Dada la rebeldía e irreverencia de su hermano se temía lo peor, por eso le asombró que su hermano hablara con el cura. Y dada la visión estrecha que ella tenía de lo religioso interpretó ese hecho y el comentario perplejo y asombrado del cura, sobre lo espiritual que le había parecido Rimbaud, en el sentido de que su hermano se habría convertido o algo parecido.  La interpretación de Henry Miller en su librito es muy consecuente. Se trataría de que Rimbaud, en su muerte, se había reconciliado con su parte luminosa y poética. Esa que quiso repudiar al dejar de escribir y que le hacía exigir en sus poemas lo imposible, la “navidad” sobre la tierra.



Lo excesivo provoca. Lo excesivo está presente en las almas demasiado sensibles, sedientas y exploradoras. Sienten más, tanto el dolor como el gozo, la insatisfacción como los sueños y eso incomoda bastante porque no se entiende desde el lado medio y usual de la vida. Quizás por eso existen algunos que, oyendo campanas sin comprenderlas, quieren “provocar” con su obra intencionadamente. El resultado suele ser patético y falaz, artificioso, pero vende bien entre los esnobistas, los sociólogos que van de “modernos” y los mercaderes del arte a quienes no les interesa el arte.

En fin, Rimbaud es excesivo y sufrió la consecuencia que suele acarrear: la inadaptación y la soledad en compañía de gente. Y tampoco hay que confundirlo con una vida social necesariamente incorrecta y dada a los excesos. Eso puede ocurrir, pero lo excesivo también puede plasmarse en una vida de ermitaño, o en una obsesión y pasión hacia cualquier faceta vital, aunque aparentemente parezca una persona con una vida social anodina. Su manera de sentir le delatará (como ejemplo, el oficinista gris que fue Kafka viene muy bien al pelo).

Hay una película de 1995, dirigida por la directora polaca Agnieszka Holland: “Total eclipse”, que aquí en España se tituló “Vidas al límite” y protagonizada por un magnífico y jovencísimo Leonardo di Caprio, antes de ser famoso. Una película de indudable interés aunque no llegue a ser redonda, con algunas poderosas imágenes desesperadas y una atmósfera de inquietante intensidad que plasma la relación atormentada entre Rimbaud y Verlaine. Aquí van algunas fotos de la película.


En cuanto a su manera de escribir es potente y visionaria, rezumando absoluto y un hechizo ebrio, dionisíaco, que remite portentosamente al origen y al final, a la fuente de todas las preguntas más íntimas, esas que nacen perturbadoras cuando el silencio toca fondo y empieza a oírse todo lo demás que se agita por debajo. Y entonces se necesita un sentido que estalle y lo bañe todo con su luz, sea la que sea, y que el espíritu se estremezca hasta en el detalle más cotidiano. Y uno no puede conformarse.

En fin, la lectura de Rimbaud no es recomendable para almas tibias o resignadas, o dichosamente “normales”. Les aburrirá, se quedarán fuera de lo que leen. Y aquellos que confundan la poesía con lo “bonito” (ignorando que son cosas opuestas, una es superficial, la otra honda), se darán un buen susto. Y a los que se quedan con la superficie de la vida les escandalizará ese poderoso ramalazo espiritual, ajeno por igual a religiones y a lo materialista.  

Ahí van algunas frases de la prosa poética de su “Una temporada en el infierno”, de la que recomiendo la traducción en español de la editorial Hiperión y la edición bilingüe en Ediciones 29 de los años 70: 


“¡La sangre pagana vuelve!. El Espíritu está próximo (…) Espero a Dios con glotonería (…) Entretanto, soy un maldito, siento horror de la patria. Lo mejor es soñar muy borracho, sobre la arena (…) Soy una bestia, un negro (…) Apreciemos sin vértigo la extensión de mi pureza (…) ¿Conozco a la naturaleza todavía? ¿Me conozco a mí mismo? Basta de palabras (…) ¡Gritos, tambor, danza, danza, danza, danza! (…) Voy a descorrer el velo de todos los misterios (…) Tengo sed, tanta sed (…) Vamos hacia el Espíritu. Es muy cierto, es un oráculo lo que yo digo. Comprendo, y no sabiendo expresarme sin palabras paganas, quisiera enmudecer”
Para los más inquietos y los que no se conformen con convenciones les propongo una exploración. Dejando de lado todo ¿qué sentido tiene Rimbaud? No vale la respuesta fácil :-)


             

1 comentario:

  1. Lo curioso es que Rimbaud también provocó premeditada y gratuitamente (es mi punto de vista), como lo haría el pintor Balthus con "Lección de guitarra" (quizá su pintura más conocida y polémica y que confesó que sólo hizo para llamar la atención y hacerse un nombre), con aquel "Soneto al ojo del culo" escrito con Verlaine en pleno furor psico-sexual. Se dice que los dos cuartetos son de Verlaine y los tercetos de Rimbaud. Es curioso como Leonardo DiCaprio hacía películas arriesgadas antes de convertirse en estrella y pasar a las pelis para todos los públicos. Para mi gusto la mejor peli sobre la vida de escritor quizá sería Factotum con un Matt Dillon perfecto como retrato andante de Bukowski (ese discípulo de Henry Miller mucho más obsceno pero menos brillante, a mi modo de entender).

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