Por Tesa Vigal
A modo de invocación, y con el mejor de mis besos, tres citas sugerentes en el camino de Rimbaud, uno de mis poetas favoritos:
A modo de invocación, y con el mejor de mis besos, tres citas sugerentes en el camino de Rimbaud, uno de mis poetas favoritos:
“Todo auténtico poema está escrito en quinta
dimensión” (Robert Graves)
“El arte es el presentimiento del infinito”
(Hoffman).
“Entre la gente que escribe, están los escritores
y están los artistas” (Truman Capote)
Aunque estas citas
suenen a chino a la gente que confunde arte con periodismo. O resulten
excesivas, o demasiado románticas. Escandalicen a los que confunden arte con
costumbrismo, aferrándose a lo aparente y a lo comodidad de lo ya sabido. Y
hagan enarcar una ceja a los estilistas que confunden arte con forma y pura
técnica.
Un libro puede estar
correctamente escrito y no ser creativo. Y puede tener un estilo insólito,
alambicado, o rebosar premeditación, y ser pura paja mental (para mí lo opuesto
al arte). Me encanta una frase de Almodóvar: “el auténtico provocador lo es involuntariamente”. La clave está en
si debajo de eso hay vida o es una construcción basada en el vacío.
También suele confundirse
lo simple con lo sencillo, para defender un tipo de libros planos cuyo estilo
se defiende por lo fácil y accesible de leer. Se olvida en este caso que un
estilo puede ser sencillo (ahora mismo se me ocurre el caso de Carver) pero si
es arte siempre será profundo, con atmósfera y relieve. Con alma.
Tampoco se trata de
elitismo. Como decía Henry Miller en su fascinante y pequeño libro sobre la
poesía, basándose en la figura de Rimbaud (“El tiempo de los asesinos”, al que
dediqué otra entrada en este blog), la poesía, el arte, no tiene que ver con erudición
sino con sensibilidad. Por eso me parece que tampoco hay que tener prejuicios
contra autores muy vendidos, hay libros magníficos y memorables que sin embargo
han tenido una enorme difusión y ventas (que yo recuerde, por ejemplo,
Fitzgerald, García Márquez, Auster, Murakami, Antonio Machado, Allan Poe…).
Puede que en estos
tiempos la sensibilidad esté embotada, como opina Henry Miller en ese librito,
(yo confío en que no sea así) en un proceso que empezaría en el siglo XIX, el
de Rimbaud. Él sufrió por ello y por ello dejó de escribir a los 20 años. Si la
poesía no servía para cambiar la vida, para estremecer y arañar el alma y la
piel no merecía la pena escribir. El alma, no sólo la mente, no sólo el
corazón. El sustrato más profundo y esencial del ser humano, como quiera que se
le llame.
Porque es desde ese
sustrato desde donde surge el arte, desde donde se escribe. De ahí la
importancia esencial del lenguaje empleado. No como una diarrea mental de florituras o retóricas sino
como el uso exacto de símbolos, la
base de las creaciones artísticas de todo ser humano por las noches: sus
sueños. De ahí su rotunda intensidad. Eso es lo que crea la atmósfera al
invocar mundos completos, vivos.
El hecho es que la
poesía no volvió a ser igual después de Rimbaud. Hasta el punto de que acabó
empapando el futuro. Como un hilo conductor, invisible al principio, que
desembocó en todos los movimientos culturales y sociales del siglo XX que
exploraban nuevas formas de vivir (surrealistas, dadaístas, jóvenes beatniks,
rockeros, hipys…). El sueño de Rimbaud se cumplió y, lo que es mejor, todavía
está en ello. Su influencia en músicos de especial calado sigue siendo
evidente. Algunos tan importantes como Bob Dylan (en la foto) o Patty Smith. Esta última no
sólo lo reconoce a la hora de componer, sino que ha recitado los poemas de
Rimbaud de vez en cuando (hace poco en Madrid en La Casa Encendida).
Y como en los sueños
la meta y el camino del arte es la exploración de la esencia de la vida. Más
allá del espacio y el tiempo, allí de donde surge lo lúdico y la entrega, el
inconsciente, la imaginación, el misterio, el asombro, lo trascendente, la
sed… Esa sed de trascendencia que ni
siquiera se conforma con algunas de sus manifestaciones. En palabras de
Rimbaud: “Ni leyendas ni mitos apagan mi
sed”.
Una temporada en el infierno
Por eso cuando esa
exploración es auténtica, imperativa y necesaria, la obra de un artista está
unida de manera íntima con su propia vida personal. Y el caso de Rimbaud (Charleville,
Francia 1854-1891) es uno de esos ejemplos. Para conocer sus datos y hechos hay
montones de libros. Resumiendo se podría decir que era un chico muy rebelde que
empezó a escribir a los 16 años, vagabundeó por Europa, participó en la comuna
de París, tuvo una famosa y loca relación amorosa con el poeta Verlaine, dejó
de escribir a los 20 años, se fue a vivir a África donde se dedicó a todo tipo
de actividades políticamente incorrectas y desesperadas, entre otras el tráfico
de armas, y volvió a Europa muy enfermo para morir a los pocos meses, con 37
años.
Para conocer su
periplo vital interior, vuelvo a recomendar
el fascinante libro ya citado de Henry Miller: “El tiempo de los asesinos”. En
él se habla de la visión de Rimbaud de la poesía, algo trascendente, oracular,
visionario… En lo que coincide con otros poetas como Hördelin y Blake entre
otros. Y cómo eso marcó toda su vida, o la sostuvo. De manera clara y directa
hasta que dejó de escribir. De manera oculta y desesperada, indirecta y
contradictoria cuando dejó de hacerlo. Si la poesía no existía realmente, es
que todo era mentira y lo sublime era una maldición torturadora. Y si eso era
así, nada importaba. Su renuncia a escribir y su huida suenan a devolver al
mundo la bofetada de una desolada decepción. En ese sentido veo el principio de
su libro de prosa poética Una temporada en el infierno: “En otros tiempos, si mal no recuerdo, mi vida era un festín en el que
se abrían todos los corazones y en el que se derramaban todos los vinos.
Una noche senté a la belleza sobre mis rodillas –Y
la encontré amarga- Y la injurié.
Me fugué. ¡Oh brujas, oh miseria, oh odio! Fue a
vosotros que confié mi tesoro.”
Y Henry Miller
también da su particular e interesante visión de los últimos momentos de su
vida. El que busca lo trascendente no puede conformarse con el dios de
cualquier religión. Es más, lo encontrará antiespiritual por su dogmatismo y
moralinas, sus amenazas y crueldad. Una pequeña jaula de imposiciones donde
encerrar a la conciencia de un ser humano, pisoteando su libertad. Y sin
embargo lo que se cuenta es lo que contó su católica hermana, tras mandarle a
un cura a su habitación poco antes de morir. Dada la rebeldía e irreverencia de
su hermano se temía lo peor, por eso le asombró que su hermano hablara con el
cura. Y dada la visión estrecha que ella tenía de lo religioso interpretó ese
hecho y el comentario perplejo y asombrado del cura, sobre lo espiritual que le
había parecido Rimbaud, en el sentido de que su hermano se habría convertido o
algo parecido. La interpretación de Henry
Miller en su librito es muy consecuente. Se trataría de que Rimbaud, en su
muerte, se había reconciliado con su parte luminosa y poética. Esa que quiso
repudiar al dejar de escribir y que le hacía exigir en sus poemas lo imposible, la “navidad” sobre la tierra.
Lo excesivo provoca.
Lo excesivo está presente en las almas demasiado sensibles, sedientas y
exploradoras. Sienten más, tanto el dolor como el gozo, la insatisfacción como
los sueños y eso incomoda bastante porque no se entiende desde el lado medio y
usual de la vida. Quizás por eso existen algunos que, oyendo campanas sin
comprenderlas, quieren “provocar” con su obra intencionadamente. El resultado suele ser patético y falaz,
artificioso, pero vende bien entre los esnobistas, los sociólogos que van de
“modernos” y los mercaderes del arte a quienes no les interesa el arte.
En fin, Rimbaud es
excesivo y sufrió la consecuencia que suele acarrear: la inadaptación y la
soledad en compañía de gente. Y tampoco hay que confundirlo con una vida social
necesariamente incorrecta y dada a los excesos. Eso puede ocurrir, pero lo
excesivo también puede plasmarse en una vida de ermitaño, o en una obsesión y
pasión hacia cualquier faceta vital, aunque aparentemente parezca una persona
con una vida social anodina. Su manera de sentir le delatará (como ejemplo, el
oficinista gris que fue Kafka viene muy bien al pelo).
Hay una película de
1995, dirigida por la directora polaca Agnieszka Holland: “Total eclipse”, que
aquí en España se tituló “Vidas al límite” y protagonizada por un magnífico y
jovencísimo Leonardo di Caprio, antes de ser famoso. Una película de indudable
interés aunque no llegue a ser redonda, con algunas poderosas imágenes
desesperadas y una atmósfera de inquietante intensidad que plasma la relación
atormentada entre Rimbaud y Verlaine. Aquí van algunas fotos de la película.
En cuanto a su manera
de escribir es potente y visionaria, rezumando absoluto y un hechizo ebrio,
dionisíaco, que remite portentosamente al origen y al final, a la fuente de
todas las preguntas más íntimas, esas que nacen perturbadoras cuando el
silencio toca fondo y empieza a oírse todo lo demás que se agita por debajo. Y
entonces se necesita un sentido que estalle y lo bañe todo con su luz, sea la
que sea, y que el espíritu se estremezca hasta en el detalle más cotidiano. Y uno
no puede conformarse.
En fin, la lectura de
Rimbaud no es recomendable para almas tibias o resignadas, o dichosamente
“normales”. Les aburrirá, se quedarán fuera de lo que leen. Y aquellos que
confundan la poesía con lo “bonito” (ignorando que son cosas opuestas, una es
superficial, la otra honda), se darán un buen susto. Y a los que se quedan con
la superficie de la vida les escandalizará ese poderoso ramalazo espiritual,
ajeno por igual a religiones y a lo materialista.
Ahí van algunas
frases de la prosa poética de su “Una temporada en el infierno”, de la que
recomiendo la traducción en español de la editorial Hiperión y la edición
bilingüe en Ediciones 29 de los años 70:
“¡La
sangre pagana vuelve!. El Espíritu está próximo (…) Espero a Dios con
glotonería (…) Entretanto, soy un maldito, siento horror de la patria. Lo mejor
es soñar muy borracho, sobre la arena (…) Soy una bestia, un negro (…)
Apreciemos sin vértigo la extensión de mi pureza (…) ¿Conozco a la naturaleza
todavía? ¿Me conozco a mí mismo? Basta de palabras (…) ¡Gritos, tambor, danza,
danza, danza, danza! (…) Voy a descorrer el velo de todos los misterios (…) Tengo
sed, tanta sed (…) Vamos hacia el Espíritu. Es muy cierto, es un oráculo lo que
yo digo. Comprendo, y no sabiendo expresarme sin palabras paganas, quisiera
enmudecer”
Para los más
inquietos y los que no se conformen con convenciones les propongo una
exploración. Dejando de lado todo ¿qué sentido tiene Rimbaud? No vale la respuesta
fácil :-)
Lo curioso es que Rimbaud también provocó premeditada y gratuitamente (es mi punto de vista), como lo haría el pintor Balthus con "Lección de guitarra" (quizá su pintura más conocida y polémica y que confesó que sólo hizo para llamar la atención y hacerse un nombre), con aquel "Soneto al ojo del culo" escrito con Verlaine en pleno furor psico-sexual. Se dice que los dos cuartetos son de Verlaine y los tercetos de Rimbaud. Es curioso como Leonardo DiCaprio hacía películas arriesgadas antes de convertirse en estrella y pasar a las pelis para todos los públicos. Para mi gusto la mejor peli sobre la vida de escritor quizá sería Factotum con un Matt Dillon perfecto como retrato andante de Bukowski (ese discípulo de Henry Miller mucho más obsceno pero menos brillante, a mi modo de entender).
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