lunes, 5 de enero de 2015

El escritor de Tánger: Paul Bowles

Por Tesa Vigal

A partir de sus libros ‘Bajo el cielo protector’ y ‘Por encima del mundo’.

Paul Bowles nació en Nueva York el 31 de Diciembre de 1910. Y pertenece a ese tipo de estadounidenses peculiares, que no lo parecen. Más bien parecen europeos (recuerdo ahora mismo a Allan Poe, Woody Allen, Isadora Duncan, Scott Fitzgerald, David Lynch, Carson McCullers…)


Siendo todavía un jovencito viajó por primera vez a Europa, y ya desde aquel primer viaje lo hizo a la manera nómada que siempre le caracterizó. Fue un viajero de vocación, tanto en sus viajes propiamente dichos como en su manera de enfocar los temas y tramas de sus relatos. No sólo porque en ellos abundan los personajes que viajan por lugares ajenos, sino por su manera testimonial y constatadora de contemplar sin juzgar, de bucear bajo las apariencias para tratar de descubrir la esencia de las diferentes culturas y de lo que sucede en una historia.

Llegó por primera vez a Tánger a los 21 años, donde acabaría instalándose definitivamente en 1947.
Militó durante unos meses en el partido comunista, al que acabaría dejando porque la disciplina de cualquier partido se casa fatal con la libertad de un artista, y con cualquier persona que aspira a ser libre (no es el único, ahora mismo recuerdo a Camus). Viajó por Asia y por México. Aprendió español entre otros idiomas. Y se casó con la escritora Jane Bowles (antes Auer) en 1938. Como apuntó, sutil y lúcidamente Andrés F. Rubio en el texto que publicó en el diario El País a raíz de su muerte en 1999, Paul fue su marido y amigo. Su relación fue ciertamente muy especial y poco frecuente: ambos tenían presente a la persona más allá de sus circunstancias, convenciones sociales o vida sexual. Una conexión profunda y real poco frecuente en las historias amorosas. De alma a alma. Quizás por ello ambos eran bisexuales y su mutua lealtad estaba más allá de cualquier situación, o episodio sexual de su pareja. 
Paul Y Jane Bowles

Jane Bowles es otra escritora fascinante (de quien recomiendo su perturbadora novela “Dos damas muy serias”) y de la que existe una biografía que hace justicia a su lado más ambiguo y perturbador, más atormentado y laberíntico, en la editorial Circe (lamentablemente he olvidado el título, creo que era su nombre: Jane, o Jane Bowles). En ella también se cuenta la oscura y misteriosa relación que tuvo sus últimos años con su amante marroquí de la que sospechaba, y también su marido Paul, que la envenenaba lentamente. Sea como fuere tuvo una crisis “mental”, llamada por unos enfermedad mental, por locura, que la hizo acabar sus días en un sanatorio psiquiátrico de Málaga, donde murió y está enterrada, en 1973 (Por cierto se cuenta de ella que es uno de los dos o tres fantasmas que deambulan por el cementerio de la ciudad andaluza). Ella y Paul conocieron y trataron a varios de los escritores de la generación beat (William Burroughs, Kerouac, Ginsberg…), que les visitaron en Tánger igual que Djuna Barnes, Tennessee Williams, Truman Capote, Gore Vidal… 
Escena de la película 'Bajo el cielo protector'

Los relatos de Paul Bowles giran en torno a la hondura misteriosa de lo existente y las reacciones de la gente ante ello. Cómo lo viven. De ahí que recorran sus historias el miedo, la incomunicación, el desdoblamiento, los sueños (inducidos, sufridos, gozados, o dormidos), la desadaptación, la “extranjería”, la posesión, el tormento, la crueldad, lo desconocido, el deseo, la lucidez, lo lúdico, el destino… En 1949 publicó su primera novela: “El cielo protector”, publicada en la editorial Alfaguara y en Seix Barral. Fue llevada al cine por Bertolucci a finales de los 80 y protagonizada por John Malkovich y Debra Winger. Para mí no es una película redonda, pero sí que logró trasladar a la pantalla la potencia fascinadora de algunas de sus imágenes. Sólo por eso merece la pena verla. Por cierto hay un pequeño cameo del propio Bowles, que sale unos segundos como cliente de un café de Tánger. Esta adaptación le sirvió monetariamente en una de sus muchas épocas de penuria, y para ser reconocido en su propio país, Estados Unidos. 


Otras obras destacadas son: “Cuentos escogidos”, en la misma editorial. Incluye algunos tan fascinantes y sobrecogedores como “Un episodio distante”. “La tierra caliente” escrita en parte bajo los efectos del hachís, el kif marroquí. Publicada posteriormente con el título original “Por encima del mundo” en Seix Barral, anteriormente conocida como ‘La tierra caliente’. “Déjala que caiga” en la editorial Alfaguara. “Cabezas verdes, manos azules” es una crónica de sus muchos recorridos por el Sahara. Y “Memorias de un nómada”, a modo de autobiografía, en la editorial Mondadori. En sus páginas aparece una definición de la magia que la relaciona con el efecto y motor del arte: “la magia es una conexión secreta entre el mundo de la naturaleza y la conciencia humana, un pasaje oculto pero directo que elude la mente”

Es muy significativa la abundancia de referencias en sus títulos a la naturaleza, en su más amplio sentido (mundo, tierra, cielo, manos, cabezas…) En último término ese es el tema omnipresente: el misterio que subyace en la existencia, presente de manera especialmente directa en las manifestaciones de la naturaleza. En ‘El Cielo protector’ y ‘Por encima del mundo’ sus historias parten de una situación similar, la de un matrimonio viajando por lugares lejanos, por culturas diferentes. El primero por el Sahara. El segundo por algún lugar de Sudamérica. En ambos aparece la situación de una pareja y sus relaciones con un tercer personaje, que actúa de espejo y detonante. Provocando la salida de todo lo que estaba encerrado, o dormido, en cada uno de ellos.


En El cielo protector los tres personajes de la primera parte acaban confluyendo, como si fuesen tres ríos, en uno solo (el de ella) mucho más caudaloso y laberíntico, cargado con el bagaje múltiple que se fusiona en ella, perdida y sola en medio del desierto y sus habitantes, en un recorrido interior y exterior, buceando en el tema existencial del lugar personal en el mundo. En cualquier mundo. Porque la extrañeza de una cultura ajena pasa a ser un simple reflejo de lo desconocido de la propia vida, incluso en la cultura propia de la que se parte y que en principio parecía “conocida”. Todo se cuestiona y nada se juzga. Se experimenta y se vive como la única forma de entender, de sentir el latido del mundo, que siempre pasa por el interior de cada persona que lo vive y lo “soporta”, lo transmuta y lo asimila. O trata de hacerlo, la única actitud posible si se busca la libertad y el descubrimiento de la identidad.

En Por encima del mundo se exploran parecidas vivencias, aunque en este caso son los dos miembros de la pareja los que son sometidos a unas circunstancias incontroladas y desconocidas, movidas por el tercer personaje que les separa físicamente y les extravía. Pero aquí se añade el influjo del kif como alterador del nivel de conciencia, que en principio es neutro, pero dependiendo de cómo se use y se viva puede tener efectos de confusión, temor y salida del mundo. O por el contrario de descubrimiento y hondura en uno mismo y la vida.


En ambas novelas la base de lo que se cuenta es la propia experiencia, individual e intransferible, lo único que existe sea cual sea su fuente , mostrando lo que se siente y lo que se piensa, lo que se asocia y lo que se sueña en una situación y ante y con otras personas. Sin valorar ni tratar de interferir en ello. Cuando los planos de sensaciones parecen mezclarse: sueño y fiebre, efectos del kif, vigilia lúcida, fiesta colectiva y soledad… Por eso su manera de contar poderosa y a veces áspera, otras con el aura de espejismo de las imágenes del desierto, está empapada en la intensidad seca del misterio como un pozo sin fondo. Y cada imagen tiene el poder del primer plano, ya se trate de un paisaje de horizonte infinito y cielo altísimo, o de los poros de la piel de un centímetro de un ojo pasmosamente abierto.

Una pequeña muestra extraída de “Por encima del mundo”: “Cerró la puerta y se quedó completamente inmóvil, esperando oír algún sonido en el cuarto; quería estar segura de lo que había visto. La señora Rainmantle estaba acostada todavía en su incómoda postura en la orilla de la cama que daba a la pared, y una de sus enormes piernas colgaba por un lado. En aquel instante de débil luz, a través del velo mosquitero, no podía estar segura, pero creyó ver que la señora Rainmantle tenía abiertos los ojos. Reaccionó cerrando la puerta aún más rápidamente. Y ahora escuchaba.”


Y la diferencia fundamental entre los que viven y pasan por la vida como turistas o como viajeros, (pues no sólo se aplica a los recorridos exteriores) en este párrafo de “El cielo protector”: “Entre el turista y el viajero la primera diferencia reside en parte en el tiempo. Mientras el turista, por lo general, regresa a casa al cabo de algunos meses o semanas, el viajero, que no pertenece más a un lugar que al siguiente, se desplaza con lentitud durante años de un punto a otro de la tierra (Yo añadiría y de su alma). El turista acepta su propia civilización sin cuestionarla y el viajero la compara con las otras y rechaza los aspectos que no le gustan”.  

El universo inolvidable de Paul Bowles: dunas de arena infinita, luces deslumbradoras, sombras espesas y radicales, ropas y especias de colores intensos, duras líneas de khol bordeando los ojos, encuentros inesperados o buscados en los que se mezcla el destino y el azar, voces con sentidos extraños, zumbido de insectos, juegos de niños en la lejanía, sensaciones al límite de los sentidos, emociones desbordadas en hechos sobrios y escuetos, sueños al mediodía, personajes perdidos, barcos que recorren ríos bordeados de malezas selváticas, frases comprendidas en la distancia, caudalosas emociones de superficie estática, olor en el aire, memorias bifurcadas, equipajes abandonados, ventiladores de aspas en hoteles remotos de poblados aislados, lenguas agitadas y ululantes… Y en fin, como en el propio título de Bowles: cabezas verdes, manos azules.


  

2 comentarios:

  1. Vi hace tiempo la película (no sabía que Bowles hacía un cameo) y me gustó muchísimo. Decidí que algún día leería el libro.
    Ahora, después de leerte, renuevo la intención.
    Un saludo,

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  2. Paul Bowles fue una de mis muchas lecturas de adolescencia. llegué a él gracias al cantante Sting y su canción (con su banda The Police) Tea In The Sahara, escrita tras la lectura de la novela El Cielo Protector (que Sting definiría como una de las novelas más hermosas del siglo XX). Te recomiendo la canción que a mí me resulta fascinante. Sobre Bowles y su vida (y dejo aparte ese libro biográfico editado no hace mucho ventilando sus trapos sucios) se podría investigar hasta el final de los tiempos. Mucho se ha hablado de por qué acabó "exiliado" en Tánger. Teniendo en cuenta que Tánger era un paraíso sexual (hoy lo llaman turismo sexual) para extranjeros (abundaban los menores que se vendían barato) y la cantidad de escritores que viajaban allí buscando eso (Gore Vidal ya lo contaba de primera mano, las orgías de Tenesse Williams por ejemplo, pero sobre todo tenemos el testimonio del Diario de Joe Orton, dramaturgo británico que contaba con pelos y señales, muy crudamente, por qué Tánger era un paraíso para los anglosajones que buscaban chavales fáciles a los que "usar" por una lismona, limosna que a veces regateaban y todo). Ya mucho antes André Gide y su amigo Pierre Louÿs recorrían el norte de África a la caza de ese sexo que llamaban más libre (yo no sabría decir si la necesidad económica de los chavales se puede definir como que tenían más libertad sexual). Una vez le comenté al escritor Luís Antonio de Villena que era difícil simpatizar con ciertos escritores que en su vida privada se dedicaban a buscar chicos árabes que apenas habían alcanzado la pubertad y que se aprovechaban de su miseria. Cuando uno admiraba a Bowles tanto y de repente descubre esos "trapos sucios" de su vida es inevitable cambiar el punto de vista que se tenía. Igual peco de moralista porque es la obra lo que artísticamente importa. Pero esa imagen de pureza del desierto que transpiraba Bowles se me fue al garete cuando empecé a leer las auténticas razones de por qué Tánger le parecía un paraíso. Eso de que cuando visitas el Sáhara cambia tu vida para siempre lo interpreté de una manera muy poética. No sabía que hablaba más bien de lo fácil que era disfrutar de los chavales, cosa que en Nueva York le resultaba, claro está, mucho más complicado y peligroso.

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